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El amor se agotó

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El amor se agotóLlegar a este punto es un trago bien amargo. ¿Es posible encontrar una salida para tal compleja situación? Parece que nuestro Maestro nos dice que sí la hay. Cuando las crisis han debilitado nuestro matrimonio.
Durante el primer siglo, cuando Israel estaba bajo la ocupación romana había pocas razones para celebrar. Una boda creaba una excepción en esa atmósfera opresora. Después de la ceremonia de boda, los invitados escoltaban al novio y a la novia, y los transportaban a su nuevo hogar bajo un dosel portátil, con antorchas que iluminaban el camino. Mientras la procesión atravesaba las calles de la aldea por el camino más largo, los amigos, vecinos y transeúntes llenaban a los recién casados de bendiciones y felicitaciones. Cuando al fin llegaban, en vez de irse de luna de miel, mantenían su casa abierta durante varios días de festividades alegres. La novia y el novio recibían agasajos y eran tratados como reyes.
Fue a esa clase de celebración en Caná que Jesús, sus discípulos y su madre fueron invitados. Y fue durante esa ocasión que ocurrió una crisis: “Ya no tienen vino” (Juan 2:3).
Al parecer, los jóvenes recién casados tenían recursos modestos, tal vez hasta eran pobres. Es obvio que tenían un mínimo de provisiones para sus invitados y esperaban que fuera suficiente. O es posible que asistieran más personas a las fiestas. Cualquiera que sea el caso, el novio era responsable de la comida y el vino para sus invitados, aunque fueran muchos y permanecieran por mucho tiempo.
He tenido que planificar y organizar dos bodas como madre de la novia, así que conozco las suposiciones calculadas que se hacen para determinar los números con el servicio de alimentos para la recepción. Hacia el final, ¡esperaba en suspenso con los ojos cerrados y oraba para que todo saliera lo mejor posible! Sin embargo, en aquel caso, que el vino se acabara significaba mucho más que quedarse sin una sección de alimentos. En esa cultura y esa época, que el vino se acabara se consideraba la falta de cortesía más grande. Hubiera sido tan humillante para los recién casados que no habrían sido capaces de levantar la cabeza en público otra vez. Aun el novio corría el riesgo de una demanda por parte de la familia de la novia. Y por lo menos, ocasionaría un comienzo inestable y lleno de tensión para la relación, pues el novio perdería respeto a los ojos de la novia. Este era un matrimonio con problemas casi desde su comienzo.
¿Por cuánto tiempo ha tenido problemas en su matrimonio? Si hace una evaluación, ¿qué es lo que se ha agotado y ha precipitado la crisis? Si da una mirada retrospectiva, ¿encuentra que la escasez estaba presente casi desde el primer día? ¿Es escasez de paciencia, de entendimiento, de bondad, de consideración, de respeto o de tiempo? ¿Es escasez de algo práctico como dinero, espacio físico o amigos mutuos?
Como resultado, el vino, ese líquido espirituoso, espumoso y aromático que simboliza el amor apasionado, cariñoso y enérgico, ¿se ha agotado en su matrimonio? La pérdida del amor puede ser esa clase de crisis silenciosa y gradual similar a la del vino que se agotó en la boda de Caná.
Buscar la solución
Cuando María, la madre de Jesús, supo de la crisis, no se desesperó ni trató de solucionarlo ella misma. No se llenó de pánico ni corrió a los vecinos a suplicarles que le dieran de su vino. No solicitó un préstamo al gobierno. Lo que hizo fue ir a Jesús enseguida y decirle lo que sucedía.
¿Se ha agotado el vino, no en su matrimonio, sino en el de uno de sus hijos? ¿Hay una crisis en el matrimonio de alguien que ama? ¿Ha estado el problema presente casi desde que la pareja compartió sus votos? Qué responsabilidad y qué privilegio tan precioso es acudir al Señor a favor del matrimonio de alguien que amamos. No importa cuál sea el problema o por cuánto tiempo haya existido, Él puede solucionarlo.
Tal vez la crisis inesperada no sea el matrimonio, sino el hogar. ¿Es una pequeña crisis? ¿Un conflicto de personalidad con un colega? ¿Una crisis con un adolescente rebelde? ¿La pérdida del trabajo? ¿El diagnóstico de una enfermedad grave?
María, conociendo por experiencia la naturaleza compasiva de su hijo, informó a Jesús: “Ya no tienen vino” (Juan 2:3). Declaró la crisis con sencillez. No hubo detalles exhaustivos de cuánto vino se había consumido, ni una larga explicación del cálculo incorrecto de las necesidades, ni siquiera la más mínima sugerencia de cómo debía solucionar el problema.
Cuando usted ora por su matrimonio, ¿cómo ora? ¿Se siente impulsado no solo a dar todos los detalles sino también a decirle a Dios cómo solucionar el problema? ¿Piensa que tiene que utilizar su santa imaginación y crear un plan para poder orar con precisión? Tal vez tiene la actitud inconsciente de que “Dios ayuda a los que se ayudan”. Si es así, ¿trata usted con frenesí de darle vida a su matrimonio con películas, viajes, fiestas, dinero, vestidos o música? Pero, ¿ha descubierto que a pesar de todas sus ideas creativas y de todas sus oraciones ingeniosas no puede volver a crear el vino? Se agotó por completo.
¿Podría hacer lo que hizo María? Con claridad y sencillez declaró el problema. Tal vez en su caso la oración sea sencilla: “El amor se agotó” o “Ya no hay entusiasmo, gozo o vida verdadera en la familia”.
Jesús le respondió a María con ternura: “Mujer, ¿eso qué tiene que ver conmigo? (…) Todavía no ha llegado mi hora” (Juan 2:4). Su respuesta parece un poco distante, casi indiferente e insensible. Y da la impresión de que no tiene la intención de hacer nada para resolver el problema.
Si usted ha orado por su matrimonio o por el de un hijo o amigo, ¿le ha parecido confusa la respuesta de Jesús? ¿Siente que nada va a cambiar? ¿Le ha parecido que es indiferente o que no está dispuesto a actuar? A veces su respuesta no se dirige a la necesidad específica que hemos traído a su atención, sino a algo más profundo.
La fe de María fue evidente en el hecho de que pidió ayuda a Jesús. Es posible que no entendiera el cuadro completo de tiempo de Dios, pero entendió la potencial destrucción del matrimonio de la joven pareja si la falta de vino llegaba al conocimiento público. Sabía que Jesús haría algo, aunque no fuera lo que ella esperaba. ¿Cómo lo sabía? Porque lo conocía bien y sabía que Él se preocupa por los más mínimos detalles de nuestra vida, así como por los grandes acontecimientos en el mundo. Lo conocía bien como para saber que se preocupa, no solo por las cosas espirituales sino también por las cuestiones prácticas de la vida diaria, como las cuestiones de emociones intensas, cuestiones íntimas y personales.
María no sabía ni entendía las cosas, pero sabía que Jesús se preocupaba. Y sabía que para que tuviera la libertad de influir en la situación tenía que dejar todo el control en las manos de Él.
Plena autoridad
Después de hablar con Jesús, María llamó a los sirvientes y les dio instrucciones: “Hagan lo que él les ordene” (Juan 2:5). Tenía tanta confianza en que Jesús tendría influencia en la crisis que con todo conocimiento y a propósito colocó la situación, el hogar y el matrimonio bajo su autoridad absoluta.
¿Ha colocado a su hogar, a su familia, a su matrimonio y su situación bajo la autoridad de Jesús? Mientras no lo haga, Él no tendrá la libertad que requiere para hacer los cambios que son necesarios. El mismo Dios que hizo el milagro en la boda de Caná es nuestro Dios hoy. Pero tenemos que darle autoridad absoluta y libertad para actuar.
¿Tendrá usted que quedarse sin vino antes de entregar el control de su hogar y de su matrimonio a Cristo? Quizá una de las razones por las que Él ha permitido que se encuentre en la crisis actual es para llevarlo a una actitud de completa sumisión a su voluntad.
Anne Graham Lotz – Tomado del libro: Solo dame Jesús de Portavoz


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